A pocas horas de la llegada al trono de Máxima Zorreguieta, es probable que el papel que ella jugará en Holanda y en Europa sea más importante de lo que parece a simple vista. Entre los objetivos que se propuso su esposo, Guillermo Alejandro, para su reinado se destaca su intención de unir, aliviar las tensiones sociales y promover las bondades de Holanda en el exterior. Y si bien Máxima no tiene un rol constitucional ni político, cuando el populismo de derechas europeo hace gala de su concepción antiinmigratoria, ella aparece como una personaje clave: habla holandés con acento, entiende sus dificultades para manejar la vida cotidiana, debe sostener su binacionalidad, su bilingüismo, su religión y su vida en un mundo de multiculturalidad... pero es nada más y nada menos que la reina.

La serie de ceremonias y fiestas que acompañaron la coronación del martes terminaron ayer, cerca del mediodía europeo: los invitados que aún permanecían en Amsterdam fueron recibidos en el Palacio Real para un brunch (término que nace de la unión de dos palabras inglesas breakfast y lunch, desayuno y almuerzo, respectivamente). También fueron de la partida las tres princesitas, Amalia, Ariane y Alexia. Luego, la familia posó sonriente para los fotógrafos y para quienes se habían congregado en la plaza Dam. La Casa Real holandesa informó que inmediatamente después, Guillermo comenzó su primer día de trabajo como Jefe de Estado.

La agenda de los nuevos reyes viene cargada. La primera aparición está prevista para el sábado por la tarde: participarán en Amsterdam, junto con el primer ministro Mark Rutte, en la ceremonia de homenaje a los caídos durante la II Guerra Mundial. El jueves 23 de mayo, Máxima inaugurará un hospital dedicado la atención integral de pacientes con cáncer de mama. Al día siguiente la pareja hará su primera visita oficial, a Luxemburgo, y durante mayo y junio los reyes recorrerán su país, además de visitar Alemania.

LO QUE USÓ EN LA CORONACIÓN

Sobria, con Volumen y pocas joyas
En su primera aparición en el día de la entronización, Máxima se ajustó al protocolo con un vestido corto. Optó por un género con volumen, en rosa pálido y con un gran lazo en un hombro. La falda estaba bordada con piedras plateadas y blancas. El diseño es del belga Edouard Vermeulen.

Dos capas
No decepcionó: eligió un color llamativo, que tan bien le sienta; usó una capa, que no desentonó con la de su marido. Y se decidió por un modisto holandés, Jan Taminiau. En el pecho como en la falda tenía elegantes transparencias con bordados de pedrería. Usó la tiara de zafiros y diamantes de la casa Mellerio, que fue creada en el siglo XIX y que ha sido reservada por las reinas para las grandes ocasiones.

Floral y con cola
El tercer cambio del día de la reina argentina fue un vestido de encaje, de color burdeos, bordado con piedras y con una pequeña cola. Entre los géneros, tenía trazos bordados con motivos florales. Lo combinó con un chal y un sobre del mismo tono. También fue un diseño de Jan Taminiau.